Los fraudes internos suelen tener como
motivaciones más destacadas, el deseo de enriquecimiento, o
la venganza. Se producen cuando sus perpetradores encuentran la oportunidad
dentro de la empresa, por el debilitamiento de su entorno de control.
En los últimos años se produjo un
debilitamiento del entorno de control en las empresas españolas por
estas tres causas:
- Por la crisis económica, como
elemento objetivo general.
- Por la presión de las empresas sobre los empleados a causa de la crisis, como elemento
subjetivo en cada empresa.
- Por la disminución de los controles internos, como elemento objetivo en cada empresa.
La crisis económica
La crisis económica de
los últimos años incrementó el número de fraudes internos, porque aumentó la inseguridad
en los puestos de trabajo, haciendo caer por esta causa la fidelidad de los
empleados hacia sus empresas. Esta baja generalizada de la fidelidad, actuó en
los perpetradores de fraude interno como presión ambiental favorable.
Igualmente con la crisis se
redujeron las percepciones económicas que recibían los directivos y empleados
porque las empresas no alcanzaban sus objetivos; también se perdieron en esos
años muchos “bonus". Esta realidad se reflejó en la parte variable de las
retribuciones, disminuyendo las expectativas económicas del personal e
incrementando las motivaciones justificativas del fraude interno.
La reducción de las percepciones
salariales originó desequilibrios financieros en muchos directivos y
empleados, que habían asumido previamente deudas justificadas en su momento por
la seguridad aparente del empleo y el constante crecimiento de los salarios.
Estas situaciones financieras personales llevaron a algunas personas a
convertirse en perpetradoras de fraude interno, o en colaboradoras para la
comisión de fraude externo.
Pero también propició el fraude interno
la presión empresarial para alcanzar determinados objetivos o
el mantenimiento de los resultados económicos, lo que incrementó las
manipulaciones contables, la obtención fraudulenta de
financiación, el soborno y la corrupción, o la búsqueda
de resultados beneficiosos a cualquier precio.
Muchas empresas no supieron suavizar durante la crisis los cuatro incentivos
principales que manejaban en tiempos de bonanza, a) Rendimiento financiero de
la alta dirección, b) Mantenimiento de los resultados económicos, c) Alcance de
Objetivos, d) Retribución variable, predisponiendo con ello a algunos de sus
directivos y empleados para la comisión de fraudes internos.
A estas causas habría que añadir la
principal, como es la disminución de los controles internos por las políticas
de reducción de costes, que junto a la permisividad social sobre este tipo de
fraudes como factor ambiental, originaron situaciones de riesgo.
Hubo en muchas empresas una disminución
de los recursos humanos disponibles para el control interno, que fueron
focalizados hacia áreas que los ejecutivos consideraron más relevantes
para la supervivencia empresarial.
También hubo una disminución general de los recursos económicos, que obligó a la reducción de aquellos gastos que no estaban directamente ligados a la generación de negocio en las empresas, lo que terminó afectando a la inversión para el fortalecimiento de los controles internos y los sistemas informáticos.
Pero conviene reconocer también que
estas causas objetivas no convirtieron a la mayoría de los directivos y
empleados en defraudadores internos; los que delinquieron se
movieron evidentemente por motivaciones personales o por oportunismo.
La prevención del fraude interno exige de un análisis de las motivaciones personales que convierten a directivos y empleados en delincuentes, como por ejemplo:
- El mantenimiento de su estilo
de vida
- La imitación de conductas
irregulares en el entorno
- La venganza por injusticias
salariales
- La venganza por la
desconsideración personal en su promoción
- La constatación de una gestión
inadecuada de las denuncias efectuadas dentro de la empresa.
- La bajada en la fidelización
personal, ya sea por recortes en los salarios, por los riesgos de
desempleo, o por la presión profesional.
Los especialistas han agrupado las motivaciones objetivas y personales en tres grupos, conformando con ellos los vértices de una imagen bastante didáctica: el triángulo del fraude interno.
Grupo a): Las motivaciones derivadas del Incentivo/Presión
Grupo b): Las motivaciones derivadas de
la Actitud/Racionalización
Grupo c): Las motivaciones derivadas de
la Oportunidad
Las motivaciones derivadas del
Incentivo/Presión
Uno de los vértices del triángulo del
fraude interno agrupa las motivaciones ambientales para su comisión bajo el
título: Incentivo/presión.
Este grupo de motivaciones se refieren a
la presión ejercida por las empresas para el cumplimiento de los incentivos
enumerados anteriormente (rendimiento financiero de la alta dirección,
mantenimiento de los resultados económicos, alcance de objetivos y retribución
variable), y la imposibilidad de su cumplimiento por directivos
y empleados especialmente en los momentos de crisis.
Esta presión hace que algunas personas
cometan fraudes internos, como manipulaciones contables, obtención de
financiación fraudulenta, aplicaciones fraudulentas de crédito, transacciones
no autorizadas, sobornos, corrupción, blanqueo de dinero, espionaje
y robo de información, abuso de información privilegiada, fraude fiscal,
enmascaramiento de los resultados económicos para que los bancos no cancelaran
las líneas de crédito, o abuso de mercado, entre otros.
Las altas direcciones de las empresas
han de recibir información puntual de las situaciones de alerta que se van
generando por una presión inadecuada de los incentivos señalados, especialmente
en los momentos de crisis y que se manifiestan claramente en el ambiente
laboral, para lo que tienen que ser recogidas y analizadas por los
departamentos de Recursos Humanos (RRHH).
Las motivaciones que derivan de la
Actitud/Racionalización
Pero las motivaciones ambientales no son
suficientes para la proliferación del fraude interno puesto que cada persona
tiene una base ética que condiciona su comportamiento; es por ello por lo que
ante determinadas oportunidades y presiones, las respuestas de las personas son diferentes.
Por eso el segundo de
los vértices del triángulo del fraude se refiere a la
actitud/racionalización, o base ética de cada persona.
Esta base ética tiene también una
manifestación pública en el comportamiento personal y profesional de directivos
y empleados, puesto que viene condicionada por factores que pueden ser
conocidos por las empresas:
- Factores relacionados con el
ámbito personal-familiar
- Factores relacionados con el ámbito personal-profesional
Entre los primeros estarían los siguientes:
- Vida desordenada que ocasiona un gasto personal excesivo: como
amantes, vicios caros, chantajes, etc.
- Nivel de vida inadecuado en relación con los ingresos que se perciben.
- Aspiraciones de ascenso en la
escala social, que exigen gastos
extraordinarios para mantener las apariencias.
- Pérdidas en los negocios que algunos directivos y empleados llevan al
margen de su actividad profesional principal.
- Elevado endeudamiento, por desfase entre retribuciones esperadas y las
realmente recibidas.
- Ludopatía o drogadicción de los propios directivos o empleados, o de algún
familiar cercano de éstos.
- Problemas económicos derivados
de una larga enfermedad
familiar.
Entre los segundos estarían los siguientes:
- Frustración en el trabajo por
la realización de tareas no acordes a la cualificación profesional.
- Resentimiento hacia la empresa
o hacia los directivos por el trato recibido.
- Remuneración no acorde con la
cualificación profesional.
- Aceptación del ambiente de
corrupción existente entre directivos y empleados.
Los factores personales/familiares/profesionales enumerados, que no pretenden ser exhaustivos, normalmente se manifiestan públicamente en las empresas con anterioridad a la comisión de los ilícitos fraudulentos. Esta información suele llegar a los departamentos de RRHH por numerosas vías, debiendo ser estudiada y atendida para que no termine afectando a las relaciones laborales de los directivos y empleados implicados, dando origen a incumplimientos laborales, pérdidas de eficacia, indisciplinas, tensiones, quejas, errores, desmotivaciones, absentismos, faltas de respeto a los directivos, descuidos en la higiene, etc.
Pero estos factores también pueden
llegar a cambiar la actitud/razonamiento de algunos directivos y empleados y
por tanto su base ética, predisponiéndolos para el fraude interno.
El seguimiento profesional de estos
factores dentro de las empresas, con el respeto máximo de la intimidad de los
directivos o empleados implicados, evitará que se ponga en peligro su
seguridad, su funcionamiento o su reputación.
Los resultados de este análisis
profesional efectuado por los departamentos de RRHH deberán llegar a las áreas de riesgo
que pudieran verse afectadas, con el fin de que se fortalezcan sus controles de
alerta. Además, de acuerdo con la Dirección, se valorará si estos
directivos o empleados debieran seguir en sus puestos de trabajo o ser trasladados, provisional
o definitivamente, a otras áreas de menor riesgo.
Las motivaciones que derivan de la Oportunidad
Pero las motivaciones más importantes
que propician el fraude interno tienen como base la facilidad de su comisión,
por lo que su prevención pasa por limitar sus oportunidades.
Las oportunidades se multiplican cuando
en las empresas:
- No existe un código ético y una
política de prevención
- No existe el necesario control
- No existe ejemplaridad en su
represión
No voy a desarrollar en esta entrada la prevención del fraude interno mediante la limitación de su oportunidad, para lo que resulta necesaria la colaboración entre diversos departamentos dentro de las empresas, como Cumplimiento, Prevención del Fraude, Control Interno y Recursos Humanos, entre otros, puesto que esta prevención ha de estar basada en un buen Código Ético y en una efectiva Política de prevención y Cumplimiento, así como en un incremento de su control y una decidida ejemplaridad en su represión, aspectos en cuya concreción práctica estos departamentos ha de participar activamente.
Baste esta mención para dejar cerrado el
tercer vértice del triángulo del fraude interno.
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